Coronavirus como promotor del cambio

El mundo cambió. No hace muchos días. El coronavirus nos parió, nos arrancó un grito en llanto, y ahora…nos queda aprender, gateando hasta caminar en una sociedad donde palabras como aislamiento, cuarentena, circulación social, se repiten miles de veces en el discurso cotidiano. Entre tantos mensajes, recibí una realidad disfrazada de chiste acerca de quién había logrado la transformación tecnológica: ni el CEO, ni las metodologías ágiles. Sí, él, el coronavirus.

En este contexto a mucha gente “la mandaron a trabajar desde la casa”. Decimos, “en forma remota”. No voy a hablar de teletrabajo: es un concepto que va mucho más allá de “trabajar desde casa” y que tiene implicancias legales y jurídicas, definiendo incluso el ambiente y la manera como se trabaja.

La modalidad de trabajo remoto es una práctica habitual entre quienes trabajamos en tecnología informática. Quienes somos docentes universitarios aprovechamos desde hace muchos años las aulas virtuales (en mi caso particular, comencé a utilizarlas a principios de esta década, en el ámbito de posgrado de la Facultad de Informática de la Universidad Nacional de La Plata). Quienes son programadores o consultores freelance tienen a esta modalidad como la habitual.

Reuniones de proyecto, meetings que trascienden fronteras, videollamadas con familiares o amigos que están lejos. Que Moodle, que Webex, que Zoom, que Team, que SharePoint, que Hangouts, que Skype o el propio Whatsapp. Ninguno nos es extraño. Y si no los conocemos, más allá de algunas idas y vueltas con los micrófonos o auriculares, nos adaptamos rápidamente.

¿Es nuevo esto del trabajo remoto? Para nada. Pero el hábito de lo presencial, tan arraigado en nuestra sociedad, postergó una modalidad que tiene muchas ventajas: menor gasto, más presencia en casa y en estos tiempos, reducir la posibilidad de contagio.

“Mandar a alguien a trabajar desde la casa” exige planificar mucho más que hardware y software, horarios y entregas. Hay que ofrecer soporte online para todas las situaciones que lo requieran. Y pensar modalidades que permitan una interacción dinámica con el resto del equipo.

Como informáticos podemos colaborar acompañando a la sociedad en este cambio de paradigma al que nos obliga el coronavirus, tanto desde lo tecnológico como lo metodológico. La resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad. Las situaciones de estrés interpelan nuestra creatividad, la respuesta inmediata evaluando rápidamente varias alternativas posibles. Y de eso, los informáticos sabemos.

Lia Molinari
Lia Molinari

Por Lia Molinari