Estoy en la nube

Rogelio Biasella

Internet transformó nuestra vida. Nos ofrece una plataforma con gran cantidad de información que era y es accesible a través de procesos sencillos, casi mecánicos -clicks-, cuyo uso se ha extendido a prácticamente toda la sociedad moderna. 

Esa información, de las personas y la sociedad, se almacena en la nube, que adquirió dimensión cuando empezamos a volcar allí grandes cantidades de datos, de manera intencionada, en la red.  No me voy a detener en los conceptos de nubes públicas, privadas o híbridas sino en el impacto que tienen estos modelos en la vida común, donde las denominadas redes sociales y los buscadores de información nos llevan desde lo individual a lo “compartido”, de la autoría a la anomia. 

Hay nuevos modelos de aplicar la información que podrían pensarse como una nueva forma de construir verdad. Una verdad digital que muchas veces obra con certeza. Hoy, no estar en la nube, es no pertenecer. Todos, personas y organizaciones, necesitan ser parte, fundamentalmente como una modalidad de interactuar con los otros.

Hacer “match” o usar determinada iconografía adquiere sentido en las prácticas diarias de forma universal. Construimos un perfil (no es voluntario) que nos identifica, que no sólo vale nuestro nombre y apellido, sino que pone en juego nuestra apariencia que, paradójicamente, se basa en la anomia.

En la nube se nos identifica con una imagen, con un estado, con una frase, con una música. Se ponen a full nuestros sentidos, se coleccionan nuestras repeticiones (a la manera de síntoma) y nos hace depender. 

Se entra en contacto por la palabra escrita, voz o muda (con imágenes, íconos) o música, una manera permanente de producir metáfora de nuestro ser. Soy, en tanto pertenezco a esta nueva subjetividad, donde amigo se es entrando en contacto por aceptación, donde el cuerpo se constituye en el perfil. Nuestro cuerpo, ese que refleja emociones queda esperando expresiones que vienen de la nube, que todo registra, ya sea nuestro producir humano o la interacción diaria. 

En la nube se expresa, muchas veces en forma individual, muchas veces dirigido a otro, un mail, o una imagen, o una canción,  que viajan de punto a punto, aunque todo queda en la autopista donde los garajes no tienen ubicación.