La tecnología como oportunidad

Mejorar el acceso a las mujeres en carreras STEM y una ONG que pisa cada vez más fuerte en nuestro país y la región.

La nueva directora ejecutiva de la ONG Chicas en tecnología (CET), Paula Coto analiza en diálogo con Neurona BA, el rol de la mujer en el mundo de la tecnología y la oportunidad de inclusión que implica para las jóvenes. Se enfoca en la problemática de la mujer, el fenómeno en pandemia y las iniciativas que llevan adelante para que adolescentes y jóvenes puedan avanzar hacia un mayor acceso y participación en esas áreas. En un contexto en el que la participación de las mujeres es minoritaria, puntualiza los desafíos que asumen en torno a la equidad, y mucho más.

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¿Cuál es tu opinión acerca de la falta de mujeres en los puestos de liderazgo?

Se combinan varias cosas y creo que hay mucho para avanzar en términos de los puestos de dirección. Los techos de cristal son una realidad y, de hecho, menos del 20 por ciento de las mujeres tienen roles de liderazgo. Muchas que están en áreas de ciencia y tecnología, tienen barreras asociadas a los estereotipos, a los sesgos de géneros, la falta de información, que, de alguna forma, inhiben su desarrollo y terminan impactando en el resto de su carrera.

¿Cómo es el acceso de las jóvenes a estas áreas?

Las jóvenes no están, hoy por hoy, motivadas con el área de ciencia y tecnología y el acceso es todo un desafío. De hecho, en uno de los estudios que hicimos, encontramos que entre quienes están inscriptos a las carreras vinculadas con el software y la programación, sólo el 16% son mujeres, y eso después repercute en el ámbito aboral. Y también, quienes acceden a esos espacios, de por sí minoritarios, tienen muchos desafíos en sus experiencias.

¿Y en cuanto a las condiciones laborales de la mujer en tecnología?

No hay muchas diferencias entre las mujeres de la tecnología y el resto de los sectores. Se dan dificultades en torno a la participación en los espacios de liderazgo, grandes brechas salariales -30% menos con respecto a los varones en mismas posiciones-, condiciones de trabajo poco flexibles, horarios extendidos que dificultan los roles sociales de las mujeres en términos de cuidado y familia, y menor reconocimiento a los desarrollos que hacen programadoras mujeres. En este último punto hay un estudio súper interesante que se hizo con los programadores de Facebook, que muestra que las mujeres tienen un 35% más de probabilidades de que su código sea rechazado en una revisión entre pares.

Según informes oficiales, las áreas de la economía del conocimiento crecen al 30%, ¿cómo se ubica a la mujer en este escenario?

El sector de la tecnología crece a un ritmo veloz, y eso no pasa sólo en Argentina, sucede en el mundo.  Trae consigo un montón de oportunidades, recursos económicos y privilegios en términos de condiciones laborales. Y, por ende, tiene la posibilidad de ser pionero en implementar políticas inclusivas que ayuden a cerrar estas brechas: hoy, por ejemplo, la industria del software y de la economía del conocimiento tiene sólo un 30% de participación de mujeres y eso es clave, debería revertirse.

¿Por qué el análisis del binomio sociedad-tecnología debe enfocarse en las mujeres?

Porque muchas de estas barreras son culturales, y eso es lo que ata a la sociedad con la tecnología y las mujeres. Porque para que las jóvenes decidan trabajar en estas áreas, seguir sus recorridos académicos y profesionales, es necesario generar compromisos y acuerdos sociales y culturales que rompan estas barreras asociadas a la familia. Esa mirada de que las mujeres son más emocionales, que están ligadas a los aportes positivos en sus entornos, o que los hombres son más racionales y que eso los lleva a ciencias más duras, comienza a aparecer en las propias familias y se afianza en las escuelas.

¿Por qué en CET trabajan con jóvenes de entre 13 y 23 años?

Porque en ese rango de edades es donde más se distancian de las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería, matemática y, a la vez es cuando exploran sus vocaciones y no se encuentran afianzadas en esas áreas, aunque les vaya bien en el colegio en esas temáticas. En las investigaciones que hicimos en CET notamos que las jóvenes quieren enfocarse en problemáticas que tienen un impacto positivo en sus entornos, por eso trabajamos muy fuerte en la mirada de que la tecnología es una herramienta, y lo que se haga con ella dependerá del tipo de tecnología que construyamos. Ya no se trata de si la tecnología es o no es, sino para qué la estamos usando, qué tipo de desarrollo y qué impacto social queremos generar.

¿Quiénes crean hoy la tecnología?

La pandemia demostró que estamos hiperconectados y que la tecnología atraviesa nuestras vidas; usamos los dispositivos para trabajar, estudiar, conectarnos con la familia, amigos. Y en ese contexto no se habla de quiénes están creando esa tecnología y está invisibilizado que el 94 % de las aplicaciones del celular que usamos están creadas por hombres. Eso constituye una mirada sobre el mundo, el tipo de soluciones que se ofrecen, el recorte de los problemas y cómo se enfrentan desde la óptica masculina.

La pandemia aumentó la desigualdad, ¿cuál es tu visión en ese sentido?

Ese aumento de la desigualdad también significó que se profundizaran otras desigualdades prexistentes y que aparecieran nuevas. Si bien la suspensión de la escolaridad presencial afectó a todos, el grupo más perjudicado durante la pandemia fue el de las jóvenes mujeres. También impactó los ámbitos laborales de las mujeres porque se les sumaron las actividades relacionadas con el rol social de la mujer. Con respecto al acceso a los dispositivos de tecnología, encontramos, además, que las mujeres tuvieron la percepción de que es algo que no sabían usar, y se inhibieron de explorar los usos.

¿Cuáles son las principales iniciativas de CET para hacer frente a esta nueva realidad?

Generamos un montón de iniciativas para hacer frente a este tipo de cuestiones durante la pandemia. Todos nuestros programas pasaron a la virtualidad y eso nos llevó a trabajar con jóvenes de todo el país, y de 18 países de la región. Eso fue posible por el proceso de digitalización de nuestras actividades, pero también porque fuimos encontrando la forma de acompañarlas y ayudarlas a romper esos miedos. Además, sumamos diferentes espacios e hicimos alianzas que hicieron posible que las jóvenes accedieran a dispositivos y conectividad -aunque tal vez no lo tuvieran en sus hogares-. Para que pudieran formarse, generamos capacitaciones sincrónicas y asincrónicas; trabajamos de una manera muy cercana con quienes ya tenían algún tipo de conocimiento y, sobre todo, con aquellas que no lo tenían, para descubrieran qué es lo que la tecnología tiene para ofrecerles.

Les propusieron pasar a ser protagonistas.

Exacto. Fue parte de la invitación a romper esos miedos: no sólo mostrarles en qué consiste la tecnología sino invitarlas a que pasen de ser usuarias a ser creadoras de tecnología, donde ellas fueran protagonistas de ese proceso de aprendizaje. La idea era trabajar para que pudieran ver e identificar situaciones de sus entornos que les gustaría cambiar. Y luego, a través de un proceso de experimentación, como sucede con las ciencias, pudieran crear alguna solución tecnológica para dar respuestas a esas problemáticas. En ese proceso de ser creadoras de tecnologías, estas jóvenes, casi sin identificarlo, trabajaron con una perspectiva científica.

¿Cómo cumplen con el propósito de reducir la brecha de género?

Tenemos una mirada integral y el propósito de reducir la brecha de género tiene diferentes formas, porque promovemos un cambio sistémico para construir esos recorridos. Involucra a las jóvenes, porque son las destinatarias primarias de nuestros programas, pero también a otros actores, que intervienen por las barreras culturales que mencionábamos anteriormente. Con ellas trabajamos en acercarlas, motivarlas, formarlas y acompañarlas, desde sus primeros pasos hasta que decidan estudiar en las universidades y se inserten en el mundo laboral. Para ello generamos vínculos, tenemos programas de becas, un portal de empleo y generamos muchas otras acciones para acompañarlas en esas búsquedas.

¿Qué otros desafíos grandes encuentran en CET a nivel sociedad?

Uno de los principales es la falta de información y de visibilización sobre este tipo de temáticas. Uno de los pilares de nuestra organización es producir información sobre estas brechas de género en tecnología y difundirla para que se tome conciencia de la problemática real que enfrentamos y se genere un cambio cultural que fomente la inserción y la permanencia de las mujeres en el sector. Por eso trabajamos con las universidades, el sector privado, el sector público y lo hacemos porque son muchos los actores que forman parte del ecosistema, que de alguna forma pueden inhibir o potenciar el desarrollo de las jóvenes.

Parece que las empresas empiezan a entender el rol de CET y acompañar el proceso.

Si, lo hacen por diferentes razones, pero es real que cada vez más se entiende la problemática de que las mujeres no formen parte de estos espacios, porque está comprobado que en las industrias donde colaboran las mujeres hay equipos más dinámicos, con mejores rendimientos y donde la mirada de diversidad impacta positivamente. Hay un montón de prácticas que se pueden llevar adelante para revertir estos ambientes de trabajo masculinizados, en otros que valoren las capacidades técnicas de las mujeres.

¿Los gobiernos colaboran para afrontar estas problemáticas?

El sector público es clave en la generación de cambios culturales que fomenten la participación de las mujeres en estas áreas, desde acortar brechas de acceso a dispositivos hasta incorporar estas áreas a las currículas oficiales, o el fomento de espacios dedicados a motivar a las jóvenes, desde la niñez, en una mirada de la ciencia sin estereotipos. Y el trabajo con educadores es clave en todo el proceso, al igual que la promoción de las nuevas tecnologías y el trabajo con cupos femeninos e incentivos para quienes contratan mujeres.

¿Qué querrías lograr en los próximos cinco años a través de CET?

Me imagino una sociedad en la que la tecnología contribuya a la equidad de género, para mejorar la sociedad y generar un cambio cultural en la participación de las mujeres en áreas STEM. Arrancamos CET hace 6 años y hemos alcanzado a más de 9.000 jóvenes en 18 países de América Latina, que, en su conjunto, ya han creado alrededor de 900 soluciones tecnológicas que impactan en sus comunidades. Ese es el camino.

PERFIL: Extender oportunidades a otros

Paula Coto tiene 30 años. Nació en Caseros, en el partido de Tres de Febrero. Cuenta que desde chica fue una persona inquieta, curiosa, que le gustaba conocer y entender todo sobre el mundo que la rodeaba. Agradecida de las oportunidades que tuvo en la vida, se considera “privilegiada” por haber podido formarse y desarrollarse con el acompañamiento de su familia y sus amistades. “En la posibilidad de explorar mis diferentes intereses y por sentirme una privilegiada, entendí que esas oportunidades traían una responsabilidad muy grande: hacer todo lo posible para extender esas oportunidades a los otros”, reflexiona. Y tal vez ese sea el trasfondo de su formación: estudió sociología, educación, política y tecnología. “Siempre tuve la mirada puesta en cómo ampliar oportunidades, y trabajé más de 10 años para favorecer el desarrollo en las jóvenes de nuestro país y de la región, con propuestas que combinan innovación con aprendizaje y desarrollo”.

Paula Coto, Directora ejecutiva de la ONG Chicas en tecnología (CET)