“Queríamos ser un espacio para transformar”

Un “poco de historia” y los inicios de Chicas en tecnología.

Melina Masnatta fue una de las cofundadoras de la ONG Chicas en tecnología (CET) y su directora ejecutiva, hasta hace pocos meses, cuando asumió ese puesto Paula Coto. Fue responsable de plantear los lineamientos y estrategias de CET y en diálogo con Neurona BA desmenuza las razones que la llevaron a co crear esta organización que, sin dudas, atraviesa por una etapa de consolidación institucional, que tiene y tendrá un gran impacto en las jóvenes de Argentina y la región. También su mirada sobre la brecha que existe en el acceso de las mujeres a la tecnología, la sociedad, el contexto y su propio futuro, ahora vinculado al sector privado, entre otros temas.

¿Qué hechos te llevaron a cofundar Chicas en tecnología y con qué espíritu?

Desde hacía trece años trabajaba en el ámbito de la tecnología educativa. En ese recorrido observaba que, en el espacio de la educación -femenino en general- cuando llegaba el cruce con la tecnología, en los diseños, los procesos, las programaciones y las propuestas, estaba detrás una minoría que eran los hombres. Ahí empecé a detectar una gran brecha. En el camino, trabajaba en diferentes proyectos de innovación tecnológica, por ejemplo, para la Fundación Wikimedia, que tiene a Wikipedia entre sus proyectos, donde de nuevo me encontraba con esa situación: quien edita el mundo es el hombre, ya que sólo el 8% de las ediciones de Wikipedia están hechas por mujeres. Ese tipo de experiencias, y muchas otras, me revelaban que en ese cruce éramos mayoría, pero actuábamos como minoría.

¿Eran percepciones compartidas entre las cofundadoras?

Si bien fuimos 4 las que cofundamos CET éramos más las que compartíamos la preocupación por esta temática. Nos encontramos en una de esas meet up de tecnología, donde se propiciaban estas búsquedas. Empezamos a analizar las problemáticas de las mujeres, a hablar y luego a generar esta propuesta; pasamos de pensar el qué, a la acción y ahí quedamos las 4 que cofundamos esta organización sin fines de lucro que apunta a adolescentes.

¿Por qué adolescentes?

Esta es una problemática que alcanza también a otras edades. Hoy, por ejemplo, en el mercado se habla del reskilling de carreras, donde mujeres entre los 30 y 40 años quieren cambiar su profesión. No obstante, encontramos que la adolescencia era el último eslabón en el que podíamos hacer una transformación más directa, donde si lográbamos llegar a una gran cantidad podríamos hacer una enorme diferencia. Esa fue nuestra primera hipótesis y empezamos a trabajar. Como no nos conocíamos desde antes con las otras cofundadoras, nos encontramos con nuestros propios desafíos como mujeres en tecnología, a raíz de nuestras barreras con el crecimiento profesional.

¿Además de la edad, cuál era el enfoque?

Queríamos ser un espacio para transformar, para hacer algo diferente. En mi rol como directora ejecutiva me tocó plantear cuestiones estratégicas y operativas, que no se ven en la diaria pero que hacen que se puedan materializar las ideas. Y en ese camino me preguntaba a mí misma cómo podíamos hacer para que fuera una organización ágil, diferente, que cuando trabajáramos con estas problemáticas rompiéramos con aquello de que los problemas sociales son grises, pobres, sobre todo cuando alcanzamos a poblaciones vulneradas como las mujeres. Ese fue otro de los nortes para hacerlo concreto.

¿Qué esperás del futuro en estos temas?

Cuando se emprende con impacto social se siente la soledad y el esfuerzo más que en otros ámbitos. Porque cuando se piensa en tecnología la imagen lleva a las startups y los unicornios, y la realidad es que cuando se trata de resolver estas problemáticas, no tiene que ver con ese imaginario, algo que, por ende, tiene una parte de dilema. En retrospectiva, lo interesante del surgimiento de CET fue que en el camino se fue sumando más gente, que se iba apropiando la causa. Eso está buenísimo porque nos permitió trabajar con un montón de escuelas, docentes, personas de empresas tecnológicas, gobiernos, universidades, grupos de investigación y familias. Si bien se apunta a una persona o un grupo, el problema es muy grande y se suman actores. Por ejemplo, una chica pasaba por nuestros programas, se iba feliz a su casa con la idea de estudiar tecnología y allí le decían que era algo muy difícil. Entonces, había mucho por trabajar, y en retrospectiva, creo que fue muy importante sumar más gente y dejar espacio para que esas personas aportaran valor.

¿Y en lo personal?

En el camino me había propuesto que cuando sintiera que llegaba a un límite en cuanto a pensar en cómo esto se iba a volver más sustentable, era importante dar un paso al costado. Es importante que quienes cofundan puedan tener la humildad de dejar un aire, sobre todo cuando los desafíos son trabajar con juventudes y con tecnología, dos temas tan dinámicos, maleables y mutantes. En esos casos se requiere que haya otro tipo de liderazgo y que se sumen otras personas al board, porque el equipo que conforma la comisión directiva, es muy importante, y hay gente muy talentosa. Mi aspiracional es que, en muy poco tiempo, una de las chicas de nuestros programas sea directora ejecutiva de CET.

Sería la evolución positiva y de apropiación de este movimiento.

Claro, y, de hecho, es lo que hicieron y hacen las chicas, lo ejercitamos mucho, porque se vuelven embajadoras de sus comunidades, ocupan espacios de decisión. Ser protagonistas no es algo que nos enseñan a las mujeres, con o sin tecnología, pero a partir de estas experiencias imagino que estas jóvenes, desde la tecnología, que se vuelve cada vez más transversal, van a transformar desde un liderazgo diferente, que es a lo que apuntamos.

Esto se da en un contexto en el que pareciera que la problemática de la diversidad y la mujer está muy presente en lo discursivo, pero no en los hechos. ¿Creés que es así?

Dice Naciones Unidas que en pandemia las mujeres fueron las más afectadas y hay un estudio que sostiene que hubo un retroceso de 15 años en la agenda de género. Es algo para tener en cuenta, observarlo, seguirlo, hablarlo, porque no es algo ejercitado y aunque hoy no lo tengamos tan presente vamos a vivir el efecto colateral. Porque cuando hablamos de la caída de la línea de pobreza, y pérdida de puestos de trabajo estratégicos hacemos un doble click y

somos mujeres, entonces creo que eso no es menor y lo tenemos que tener muy presente.

¿Cómo es tu presente?

Estoy embarazada de una “chica en tecnología”, aunque ella decidirá qué hacer cuando crezca. Trabajo en estos temas en Globant, que es de base argentina pero que está en 18 países. Irme al sector privado es parte del desafío de cómo hacemos para que después haya mujeres en puestos de liderazgo. Adentro de las compañías tienen que empezar a movilizarse, a transformarse y mejorar, para que sean lugares tentadores y donde se pueda desarrollar carrera genuinamente. Antes de perder a esas mujeres, ordenemos, abramos la puerta y mostrémosles que se van a poder quedar para crecer y tener un life balance entre su vida personal y su desarrollo profesional. En ese lugar estoy hoy para aportar.

PERFIL: Melina Masnatta: una mujer con vocación transformadora

Melina creció en Playa Unión, una ciudad atlántica pequeña de la provincia de Chubut. Se fue de allí a los 14 años, sola, sin su familia, a vivir a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y perseguir su futuro de bailarina, luego de haber ingresado al Instituto del Teatro Colón. En ese ámbito de la danza clásica, donde la mayoría son mujeres, pero las coreografías son diseñadas por hombres, empezó a pensar en esas desigualdades de género, que están tan presentes en el mundo en general, y en el sector de tecnología en particular. Por su experiencia de vida también pensó en otras desigualdades, marcadas, por ejemplo, por aquellos que viven en tierras lejanas como su Patagonia natal, donde las oportunidades son reducidas, aunque haya un gran talento disponible. “La tecnología puede darles muchas oportunidades a las personas. Yo tuve la suerte de acceder a cosas que otros no pudieron y ese fue uno de los motivos para cofundar CET para ampliar las posibilidades de otros. Entendí que lo creativo tiene un ejercicio y que el compromiso y la perseverancia, son habilidades que no las enseña la escuela”, sostiene.

Consultada sobre una definición personal sobre Melina Masnatta, reflexiona y concluye: “Me gusta pensar a través de la educación, que hacemos algo histórico para la humanidad, algo inédito y que no aprendimos. Es una oportunidad de hacer esos cambios que queremos ver en el mundo y a mi alrededor tengo un grupo de personas, mentoras y mentoras, amigas y amigos que son parte de mí, me incentivan y estimulan y gracias a quienes estoy hoy acá. Soy una persona con vocación transformadora, porque donde esté voy a querer transformar lo que estoy haciendo. Si no es con tecnología, será con educación, con lo que sea”.

Melina Masnatta
Melina Masnatta