Un año particular

Por Ernesto Liceda,
profesor de Derecho Informático y Delitos Informáticos de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP

Ernesto Liceda
Ernesto Liceda

¿Cómo realizar un cierre del año sin las obvias – y muy reiteradas- referencias a la pandemia? O, peor aún, intentando ver el lado positivo de una situación que causó miles de muertes. Me ha pasado, y no debo ser el único, que al escuchar “gracias a la pandemia se pudo hacer tal cosa” me queda un sabor amargo en la boca. De todas formas, entiendo que la pandemia funcionó como una pérdida de líquido de frenos en una pendiente, llegamos más rápido al llano, pero no de la manera esperada ni esquivando correctamente los obstáculos.

Uno de los sectores donde esto se vio con mayor fuerza, o al menos del que tengo mayor conocimiento, es en el poder judicial. A modo de ejemplo podemos ver lo ocurrido con los sistemas de notificaciones por medios impensados hasta no hace mucho y que, en realidad, no garantizan fehacientemente la recepción por la persona que debía ser notificada. Esa decisión, que pudiera llegar a ser comprensible en el marco de la urgencia derivada de la cuarentena, tiene que ser revisada y concordada con el orden jurídico existente. Otro ejemplo lo podemos ver en el uso de diversas TIC privadas para audiencias sin el debido análisis en lo que respecta a la seguridad de la información, en cualquiera de sus tres estadios (transmisión, almacenamiento o procesamiento), o en cuanto a si los justiciables deben o no aceptar licencias de privados para poder tener acceso a la justicia.

¿Cuántos docentes tienen en cuenta que obligaron a sus estudiantes a dar sus datos a empresas privadas para usar una plataforma de videoconferencia?  ¿Cuántos patrones pensaron en la seguridad de los equipos de sus empleados? ¿Cuántos Estados tuvieron que ceder calidad por velocidad? ¿Cuántos legisladores sabían cuándo estaba prendida la cámara y cuándo no? Estas preguntas y muchísimas más obtuvieron su respuesta “gracias” a la pandemia; tenemos los equipos y la tecnología, pero no el conocimiento para utilizarlas correctamente. Al menos no la mayoría de los usuarios. Con esto no quiero decir que deba realizarse un postgrado para poder utilizar un smartphone, pero sí que es imperioso focalizar en el uso seguro (en sentido amplio) y consciente de la tecnología. Y en ello claramente hay dos sectores que deberán colaborar fuertemente, las empresas y el Estado, para que demos un pasito más en el paso de la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento.

Por último, pero no menos importante, quiero agradecer a todo el equipo de Neurona por la posibilidad que me dan de escribir esta columna en forma mensual. Esperemos todos tener un muy buen 2021 (no digo mejor porque eso sólo es el piso de los esperable).