El desafío de transformar ciudades en Smart Cities

Javier Gutierrez realiza un análisis de los desafíos que supone transformar a las ciudades tradicionales en inteligentes

El especialista en Smart Cities radicado en Bélgica, Javier Gutiérrez, analiza, en un artículo exclusivo para Neurona BA, el desafío que supone transformar a las ciudades tradicionales en inteligentes. Los pasos previos, las fases, el uso de las TIC, la información para ciudadanos y gobiernos, el decálogo de las Smart Cities, entre otros aspectos.

Javier Gutiérrez - Neurona BA
Javier Gutiérrez

El mundo vive un proceso acelerado de urbanización y transformación digital nunca antes visto. Esto ha traído consigo la aparición de nuevas problemáticas en las ciudades y, a su vez, de nuevas oportunidades. En ese contexto, existen aún muchos gobiernos que desconocen cómo adaptarse a las nuevas realidades y hacer una transición estructurada y rápida hacia una ciudad inteligente.

Las grandes aglomeraciones urbanas han venido con grandes retos. Ya lo vemos en varias ciudades con altos niveles de congestión de tráfico, inseguridad, insuficiencia de servicios públicos de calidad, insatisfacción ciudadana, entre otros. Y aun cuando en el pasado los modelos burocráticos lograban responder a esas necesidades, (así fuese parcialmente), las nuevas realidades hacen obsoletos los modelos de gestión pública del pasado. En la era del internet, donde la velocidad de los cambios tecnológicos ocurre a pasos agigantados, y la rapidez en las cadenas de producción y logística garantizan entregas en horas, los consumidores son cada vez más exigentes, vocales y participativos frente a sus gobiernos y demandan soluciones.

Lo anterior obliga a los gobiernos en todos los niveles, desde municipios hasta mega ciudades, a adaptarse rápidamente e innovar aplicando principios Smart, haciendo un análisis y planificación estratégica inteligente de sus activos. Los empuja a romper los silos, integrando dentro en sus prácticas nuevos modelos de gobernanza participativa que involucran al sector privado y la academia, siendo parte activa en el proceso constructivo de soluciones y en la definición de una visión y plan de acción de largo plazo.

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INNOVACIÓN Y ADOPCIÓN DE LAS TIC

Al entender las fortalezas, idiosincrasia y limitaciones de sus comunidades, los gobiernos pueden incorporar en sus prácticas la innovación social, la adopción de las nuevas TIC (no como un fin, sino como un medio hacia la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos) y la sostenibilidad medioambiental, creando soluciones efectivas que aceleran la transición y reinvención a ciudades inteligentes. De lo contrario, corren el riesgo contribuir a su deterioro acelerado o, en el mejor de los casos, a su estancamiento, quedando rezagadas en un mundo globalizado donde las ciudades compiten de igual a igual por los recursos de empresas, de organizaciones y la escogencia de futuras generaciones de ciudadanos.

En consecuencia, transformar las “ciudades tradicionales” en Smart Cities es cada vez más relevante y se convierte en una gran oportunidad para que las administraciones mejoren su competitividad, toma de decisiones y prestación de servicios. Si se acepta el desafío de aplicar políticas públicas inteligentes, se dará una respuesta efectiva a las problemáticas urbanas, impactando positivamente la vida de miles, si no, de millones de ciudadanos.

Al implementar los principios que definen a una Smart City e invertir en una planificación, administración y gobernanza inteligente, los gobiernos logran crear respuestas innovadoras a las necesidades de la ciudad. También maximizan las oportunidades económicas de sus ciudadanos mientras reducen de forma consciente y responsable el impacto medioambiental que generan. Esto les permite afrontar de manera efectiva aquellas deficiencias causadas por el crecimiento desmedido y desorganizado del pasado, brindando mejores oportunidades y calidad de vida a sus ciudadanos.

ANTE CONTEXTOS ADVERSOS, CIUDADES FLEXIBLES

Los principios de rápida adaptación, flexibilidad y eficiencia de las ciudades inteligentes permite que sean más resilientes a las adversidades que traen los problemas socio-económicos, políticos, demográficos y ambientales del nuevo siglo. Son, o serán, las comunidades donde las mentes más brillantes del planeta querrán vivir en el futuro, donde las empresas tendrán el interés de invertir y establecerse, donde las mejores instituciones y organizaciones diversas se consoliden. Todo lo anterior, genera un círculo virtuoso de mayor prosperidad, calidad de vida y potencial humano a largo plazo.

Lo anterior es evidente en un contexto como el actual, donde la gran mayoría del planeta se encuentra en cuarentena para evitar la propagación del COVID 19 y se busca reducir el impacto sobre la infraestructura hospitalaria. Han sido las ciudades inteligentes las que más ventaja han tenido para responder y adaptarse a las condiciones de la pandemia. Existen varios ejemplos que demuestran dichos beneficios.

Seúl es uno de los mejores ejemplos donde la combinación de tecnología, información y empoderamiento de los ciudadanos ha traído buenos resultados en la contención del COVID-19. Primero, permitiendo que los ciudadanos sean parte activa en el suministro, reporte y monitoreo de información. Teniendo acceso al mismo tablero de información del alcalde, los ciudadanos disponen de información en tiempo real anonimizada de ciudadanos que reportaron síntomas y de potenciales focos de contagio (restaurantes, centros comerciales, etc.). mostrando los sitios que visitaron en las últimas horas. El objetivo es proveer a los ciudadanos la mejor información para que tomen las medidas preventivas necesarias sin interrumpir su derecho a la libre movilidad y disrumpir de manera drástica la actividad económica. Esto, combinado con una estrategia exhaustiva de examinación y respuesta de contención a ciudadanos potencialmente contagiados. Segundo, movilizando los recursos necesarios para promover la cooperación ciudadana y respuesta a la pandemia a través de herramientas de crowdfunding para organizaciones sociales, dando alivio a las poblaciones más afectadas, apoyando a artistas y negocios locales, y dando soporte a los servicios médicos. Tercero, con la aceleración en la adopción y uso de aplicaciones de economía colaborativa con altos estándares de salubridad para la compra de víveres y servicios de entrega de supermercados y restaurantes locales.

ALGORITMOS E INFORMACIÓN PARA CIUDADANOS Y GOBIERNOS

El Observatorio Urbano de la Universidad de NewCastle en Inglaterra, que trabaja en cooperación con la administración local, fue una de las primeras organizaciones en entender y compartir los impactos que el distanciamiento social y las restricciones de movimiento han tenido después del acatamiento de las medidas del gobierno. Usando la información de miles de sensores dispersos por la ciudad y acuerdos de intercambio de datos de tráfico, flujo de peatones, congestión vehicular, estacionamientos, GPS en autobuses, entre otros, la investigación demostró una reducción en la movilidad peatonal efectiva únicamente hasta que se impusieron regulaciones más estrictas.

Además, usando algoritmos de IA en el procesamiento de imágenes de cámaras peatonales, se pudo medir el acatamiento del distanciamiento social en áreas públicas. Con ambas variables se ha logrado  comprobar no sólo errores cometidos en la implantación de medidas ante la cuarentena, sino a su vez se han logrado generar nuevos modelos predictivos que permitirán a la hora de imponer nuevas medidas ser más efectivos en la gestión y contención en futuras pandemias.

Otros ejemplos vienen de ciudades que tal vez no sean altamente tecnológicas, pero que han logrado incorporar en su gestión principios Smart con una rápida adaptación e inclusión de innovaciones sociales, conociendo muy bien su idiosincrasia, activos y comportamientos locales.  Ciudades como Bogotá, Filadelfia, Ciudad de México, Berlín y otras, ampliaron temporal o permanentemente su infraestructura ciclística en respuesta a COVID-19, adoptando rápidamente e incentivando el uso de medios de transporte alternativos.

Bogotá, por ejemplo, habilitó una red de ciclovía de más de 35 km todos los días de la semana, porque entendió la alta apreciación de la cultura ciclística de la ciudad y su vinculación con los beneficios de distanciamiento social y menor contaminación. De igual forma, la necesidad de disminuir la demanda de transporte público, y la fragilidad económica de muchas personas en la periferia, con bajos recursos económicos que necesitan desplazarse para ir a trabajar.  Además, inauguró en cuestión de días, un proyecto piloto con un operador privado de bicicletas eléctricas (NUMO), para prestar, sin costo alguno, bicicletas eléctricas a los trabajadores de la salud.

GRANDES BENEFICIOS TRAEN TAMBIÉN GRANDES RIESGOS

A esta altura, vale recordar que a las múltiples ventajas que venimos describiendo, se suman otras preocupaciones. Por ejemplo, hay varias organizaciones no gubernamentales enfocadas en derechos humanos y privacidad, que ven con preocupación como los gobiernos, con la ayuda de las grandes empresas tecnológicas, están teniendo acceso a la ubicación e información personal de sus ciudadanos amparadas en la cuestión de la seguridad sanitaria. Algunos de forma voluntaria a través de aplicaciones como en el caso de Singapur. Otros sin su autorización, en gobiernos más autocráticos.

Y aun cuando se resalta la necesidad de que dicha información sea recolectada de forma completamente transparente, y con soluciones que garanticen la preservación de la privacidad, la verdad es que se siempre existe el riesgo de que esa información sea vulnerada o mal utilizada en el futuro. Como todo en el campo tecnológico, con grandes beneficios vienen a su vez grandes riesgos.

LOS TIEMPOS PARA ENCARAR UN PROYECTO SMART CITY

El proceso de definir e implementar una estrategia Smart es relativamente rápido y económico si se considera dentro de los tiempos y recursos disponibles usuales de cualquier administración de gobierno de 4 años. Como tal, el proceso puede tomar desde su concepción hasta el comienzo de implantación un tiempo de entre 6 meses y un año dependiendo del grado de detalle, complejidad y tamaño de la ciudad.

Desglosado en un esquema, podemos afirmar que un proyecto de Smart Cities consta de 4 fases:

PLAN ESTRATÉGICO
  • Fase 0 (3-4 meses): Diagnosis y Mapa de situación – en éste se establecen los marcos de referencia de la ciudad, contexto político y socioeconómico, análisis DAFO, modelo de madurez y evaluación de proyectos Smart actuales, mapeo de programa Smart, mapa de agentes y entrevistas.
  • Fase 1 (1-2 meses) : Plan Estratégico Smart – Ejes estratégicos, Relato y “Storytelling”, Objetivos estratégicos, y visión de ciudad de largo plazo.
PLAN DE ACCIÓN
  • Fase 2 (3-4 meses): Definición de Plan de Acción – Acciones prioritarias, versión estratégica definitiva, fichas de programa, proyectos Smart y acciones, planificación, monitorización del plan (KPIs) y modelo de gobernanza.
  • Fase 3 (1 a 3 años): Ejecución y seguimiento de la Estrategia – Implementación de las iniciativas, gobernanza y seguimiento del plan, medición de impactos, retroalimentación y mejora continua, líneas de financiamiento

Lo fundamental es la voluntad y cooperación del equipo de gobierno para involucrar a todas las partes interesadas y esenciales en el proceso político, el buen funcionamiento y las buenas prácticas de la ciudad. De ahí que se hable tanto de la famosa triple hélice, que trae a la mesa de cooperación y desarrollo Smart al sector público, el sector privado y la academia.

De igual forma, es necesaria la participación de los distintos actores del sector público, que varios gobiernos omitirían. Aun cuando se supondría que es una tarea que recae únicamente en las entidades técnicas del gobierno de turno, sin la legitimidad y aprobación del Legislativo en la aprobación del plan, o los aportes del partido de oposición en los pilares estratégicos, es difícil garantizar la continuidad de las políticas y la ejecución del plan a futuro. Y aun si esto dificulta o extiende el proceso al inicio de su definición, la incorporación de los puntos de vista y contribuciones de todas las partes garantiza que el plan sea completo y democrático. Que exista una alineación de los intereses de todas las partes por continuar y obtener los resultados de largo plazo, aun si las tácticas varían en el camino. Lo mismo debe ocurrir al involucrar al sector privado, incluyendo no solo a los grupos económicos más influyentes en los procesos participativos, sino a la voz de la ciudadanía, desde microempresarios hasta ONGs.

Finalmente, se necesita que la administración consiga y garantice la sostenibilidad de los recurses que hagan posible la implementación. Dependiendo del plan de acción y las tecnologías involucradas, el presupuesto puede variar significativamente. Depende de las capacidades y necesidades de la ciudad. Sin embargo, aun en periodos de recesión y falta de recursos, la innovación permite encontrar eficiencias en los recursos activos o establecer asociaciones con entidades del sector privado que estén interesadas en colaborar con las iniciativas.

EL DECÁLOGO DE UNA SMART CITY

Si bien en el punto anterior describe la metodología, el siguiente decálogo describe los principios que toda ciudad inteligente debe seguir:

  1. EVALUAR LAS OPORTUNIDADES. Los retos urbanos son oportunidades para la transformación.
  2. ADOPTAR LA TECNOLOGÍA. La tecnología no es el objetivo último, pero es un facilitador clave para generar eficiencias.
  3. PLANIFICAR A NIVEL DE CIUDAD. Planifica a corto, medio y largo plazo. Identificar proyectos iniciales tipo quick-win que empoderen el plan y refuercen las acciones.
  4. COMUNICAR. Si no se comunica, no existe.
  5. ESTABLECER UN MANTRA DE CIUDAD. Una visión a largo plazo consensuada.
  6. LIDERAZGO. El gobernante y gobierno de turno debe hacer suya la visión de ciudad.
  7. EL CIUDADANO EN EL CENTRO. Empoderar al ciudadano. Co-crear. Potenciar la co-responsabilidad.
  8. DISEÑAR LA ORGANIZACIÓN MUNICIPAL en línea con los objetivos. La estructura organizativa es muy importante.
  9. MAXIMIZAR LOS RECURSOS. Solicitar subvenciones internacionales. Promover la financiación privada a través de nuevos modelos de colaboración público-privada. Crear ecosistemas para generar sinergias, alinear los agentes y maximizar los recursos.
  10. MEDIR Y EVALUAR IMPACTOS. Cuantifica los retornos de las inversiones y el retorno a la sociedad. ¿Cuál es el impacto de la transformación a nivel social, económico y medioambiental?
A MODO DE CONCLUSIÓN

Involucrar a cualquiera de los agentes que son parte del funcionamiento critico de la ciudad es un valor agregado en la construcción y coordinación que requiere un plan estratégico Smart: cada agente viene con un punto de vista diferenciado y aportes que complementan la construcción de ciudad.

Ejemplo de ello es la sinergia que generan las asociaciones público-privadas (APPs o PPPs en inglés) en la implementación de proyectos con la Administración Pública. Como se ha visto ya en la práctica, son varios los casos de éxitos (sin omitir algunos casos de abuso), de colaboraciones y desarrollo de proyectos Smart. Las empresas ven en el sector público no sólo a un buen “cliente” sino a un compañero en sus objetivos y realizaciones de largo plazo. Y, en consecuencia, está dispuesto a usar no solo una gran cantidad de recursos, las últimas y mejores tecnologías disponibles de forma abierta y participativa, sino también a financiar la implementación de dichos proyectos.

Por su parte, las instituciones académicas traen consigo el expertise y los marcos teóricos de referencia, que permiten establecer las mejores prácticas en la implementación del proyecto. Importar casos de estudio, localizarlos y poner a disposición de la administración el capital humano y competencias requeridas para la realización exitosa de los proyectos. Al igual que las ONG, cada una especializada en los intereses y voces específicas de algunos sectores de la sociedad. O que sirven para canalizar recursos y como mecanismos de cooperación con administraciones u organizaciones internacionales que promueven el desarrollo.

La realización de proyectos Smart no requiere de grandes recursos económicos, sino de la convicción y disposición para poner a andar la iniciativa, analizando y revaluando las capacidades y recursos actuales, para luego planificar, desarrollar e innovar con lo que se tiene.

La innovación social no requiere comprar las últimas y más costosas tecnologías, sino pensar de manera creativa y diferente, incluyendo nuevas voces y propuestas para sacarle el mayor provecho a los activos tangibles e intangibles con los cuales cuenta una ciudad.

Por Javier Gutiérrez*

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(*) Especialista en Ciudades Inteligentes con más de 10 años de experiencia profesional en gestión de proyectos y consultoría en los sectores público y privado. Ha trabajado liderando proyectos de transformación digital en Europa y Latinoamérica y respaldado la implementación de estrategias Smart en empresas y gobiernos. Actualmente trabaja como Director de Producto de la línea de Smart Cities en Cegeka, empresa tecnológica belga.